A veces soy crítico de arte, y la gente me odia por eso, porque mi opinión ¿Qué puede valer? ¿Qué me hace lo suficientemente especial para decidir si una obra de arte vale mucho o no? Muchas veces ni yo mismo lo entiendo, pero no puedo ponerme a discutir tema tan trascendente cuando mi verdadera labor está en ser la proyección compleja de un simple cadenero de antro fresa.
Mientras decido, con cara de estar pensando muy profundamente en los elementos que componen una obra, me distraigo pensando que buenas están a veces las novias de los artistas, yo quisiera una así, pero luego reacciono y recuerdo que se necesita ser igualmente excéntrico para bombearse a una morra de esas, yo no lo soy. Mi vida es tan cotidiana que me agrada mantenerme en esa posición tan cómoda de poder alcanzar cualquiera de los comportamientos humanos, por más extremos que sean, y de pronto regresar al centro, cómodamente, al origen para volver a empezar en otro rumbo.
"-¿Tienes tatuajes?" Me preguntaba hoy por la mañana la doctora del corporativo, mientras hacía mi evaluación médica. "-Para nada, soy bien nena para las agujas" le contesté con una sonrisa. Y no necesito explicar más, no necesito ponerme a contarle que creo que el llevar un tatuaje no solo es cuestión de imagen, o de portar una idea o ideología como algo muy tuyo, sino que además te encasilla en cierto prejuicio de cada persona que te conoce. Nunca me ha gustado la idea de cerrarme las puertas en la vida por creer que estoy ejerciendo mi libertad. Es cuestión de afrontarlo: la vida humana está profundamente inmersa en una sociedad en la que uno tiene que aprender a jugar, es como un MMORPG bastante sofisticado en donde todos nos enfrentamos a diversas misiones que nos van marcando un camino según seamos hábiles para enfrentarlas. Un tatuaje es para toda la vida, es algo que para bien o para mal te va a acompañar por el resto de tus días, y aunque no niego que algunos lucen muy bien, no me veo a mi mismo a los 70 años con una estrella narcosatánica encuadrando un dragón furioso de sangre. Muy probablemente cualquier diseño dejaría de gustarme luego de unos años, porque así soy yo, creo fielmente en la evolución no solo física, sino mental, de actitudes y de valores para con la vida. Lo que hoy me parece "en onda" quizá mañana sólo sea un buen recuerdo que no tenga nada que ver con mi vida en ese presente que me espera en el futuro.
También es cuestión de enfoques, y es muy válido lo que cada quien tenga que discutir al respecto de una idea tan sencilla como un tatuaje; a lo que quiero llegar ahora es que yo prefiero demostrar mis ideales con mis actitudes diarias, no encuentro el punto de terminar en el extremo de ser un poser más en la vida, no me creo tan mediocre. Prefiero deslizarme con versatilidad por un sinfín de personajes que son manejados por el pensador del pensamiento; gracias a Dios por hacer el mundo tan exquisito y variado para no aburrirnos en tantos años de vida.
Después regreso y escribo algunas notas en mi pequeño cuaderno de apuntes de arte, los artistas esperan ansiosos una aprobación que por ellos mismos ya se han dado y que tiene mucho mayor valor que mi propia crítica. No comprenden que el arte es esa conexión con el universo que les permite transmitir un sentimiento que ha llegado a ellos como esa energía infinita que atravesó por sus cuerpos en el momento que aceptaron la comunión de que todos somos una sola esencia.
La única labor de un crítico de arte es simplemente aproximar la opinión de un círculo de personas interesadas en un tema, al cual han dedicado mucho de su tiempo. Todo esto resulta en un pequeño circo de popularidades y divas vestidas como pavorreales conceptuales de su tema.
Voy a ser franco: no me importa un carajo el arte, por más esmero que ponga en mis críticas, o por más despiadadamente que pueda destrozar los mayores esfuerzos de un artista, jamás tengo el tiempo suficiente de gozar o regocijarme del poder que me confiere un círculo de vanidades; al final todo resulta en lo mismo, luego de dar mi veredicto comienzo a escuchar cada vez más el constante sonido de despertador que me indica que ya se me está haciendo tarde para despertar y comenzar la rutina diaria en esta enorme ciudad de la cual aun no he tomado plena conciencia.
lunes, 24 de agosto de 2009
A veces soy
Publicadas por BuenasChambas a las 10:08 p.m.
Etiquetas: a huevo que simón que yes
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1 comentario:
Que chido. Ojalá y te conectes pronto al nuevo ciclo al que ingresaste.
Lo de crítico de arte le dio puntos de chingoneidad.
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